Tradicionalmente, el traje de la novia es blanco,
color que simboliza la pureza. Generalmente confeccionado en finas sedas
naturales o salvajes, brocados, rosados y encajes o con delicados bordados.
Esta costumbre, que tiene antigua data, sufrió algunas variantes en épocas
en las que se llegaron a utilizar colores como el rosa o el azul pálidos,
siendo en el siglo XVIII cuando el vestido tradicional de novia como hoy lo
conocemos cobró especial vigencia, alcanzando a finales del siglo XIX altos
precios cuando la moda de París introdujo ricas telas y largas colas. El
largo de la falda sufrió cambios, acortándose en ocasiones hasta los
tobillos; sin embargo, el largo tradicional es hasta el suelo, variando la
forma y tamaño de los escotes y las colas de acuerdo con el uso de cada
época y la moda del momento, agregando en muchas ocasiones lazos, cintas y
trabajados encajes.
Lo viejo se usa para mostrar el sentido de
continuidad en la vida. Los lazos familiares, los amigos y las costumbres
siguen siendo las mismas, tan sólo se adaptan. Lo viejo simboliza lo que se
deja atrás. Suele ser alguna joya de la familia.
Lo nuevo equivale a la esperanza de un futuro óptimo. Lo nuevo
siempre representa un cambio y la renovación del espíritu. Lo nuevo
simboliza la nueva vida que comienza. Suele ser el vestido, la ropa
interior...
Lo prestado simboliza la amistad. se refiere a la vieja superstición
de que la felicidad se puede atraer usando algo de alguien que sea feliz.
Suele ser también una joya o un pañuelo...
Lo azul en Inglaterra se dice que "aquellos que se visten de azul
tienen amores verdaderos". La costumbre se originó en el antiguo Israel,
donde la novia usa un arco azul en su cabello, que representa fidelidad. Lo
azul por lo tanto simboliza la fidelidad. Suele ser la liga. La liga azul de
blonda era considerada en Estados Unidos durante la Guerra de Secesión como
un símbolo de virginidad.
Este complemento, tradicional e invariable, de la
novia, nace en oriente, que, con más de cuatro mil años de antigüedad,
representa la abnegación de la mujer al hombre.
Las palabras novios y nupcias derivan del latín “nuber” (cubrirse o
velarse), pues la mujer soltera llevaba la cara cubierta con un gran velo
que no se quitaba hasta finalizada la ceremonia nupcial. Utilizado en su
momento por las mujeres solteras en señal de modestia y por las mujeres
casadas como sumisión a su marido, actualmente representa, de alguita
manera, el momento de descubrir la cara y el reconocimiento de la mujer
frente al hombre amado. Los tamaños y las formas de este complemento varían
según el gusto particular, y, en especial, según las líneas y riqueza del
traje y el uso (o no) de diadema. Existen verdaderas obras de arte bordadas
a mano que son tradición en muchas familias y son utilizadas por
generaciones en el día de su boda.
Este accesorio, que armoniza con el traje, era
originalmente de azahares, en representación de la inocencia y la pureza, o
de caléndulas, que representan el amor sagrado, y tilo, garantía de
felicidad. Así es como también los griegos y los romanos utilizaban el mirto
en las coronas de las novias, como expresión de amor eterno.
Lo más acostumbrado es que durante la ceremonia nupcial la primera dama de
honor se haga cargo del ramo, devolviéndoselo a la novia en el momento de
iniciar el desfile de salida. De no haber dama de honor, es la madrina quien
lo sujeta.
La tradición anglosajona de que la novia arroje el ramo después del
banquete a sus amigas solteras, con el implícito deseo de que contraigan
matrimonio, no es muy formal; sin embargo, es un aspecto simpático de
liturgia que aún hoy se conserva como expresión de alegría y de buenos
deseos. Originalmente, la novia no arrojaba un ramo, sino un zapato. Pero la
costumbre evolucionó hacia las flores.
|